Del Otro al Uno
di Juanjo García
Tratto da http://www.elsigma.com/filosofia/del-otro-al-uno/12869
La referencia al Uno de la primera hipótesis del Parmémides de Platón irrumpe en “… ou pire”. Tal referencia se presenta como una auténtica bisagra. Ubicar el problema que intenta abordar Lacan al introducir el campo de lo Uniano, permite pensar las coordenadas que conducen a su última y ultimísima enseñanza.
El Seminario XIX, “… ou pire” constituye una bisagra en la enseñanza de Lacan. Las clases 8 y 9 “Lo que incumbe al Otro” y “El campo de lo Uniano” marcan un punto clave dentro del seminario. Algunas cuestiones que plantea aquí pueden rastrearse en el Seminario XVIII y tienen su continuidad en el XX. Miller separa estas clases en dos partes distintas del Seminario, ubicando la clase 9 en un conjunto que denomina “El Uno que no accede al Dos”. La clase “lo que incumbe al Otro” sucede a la titulada “Partenaire desvanecida”. Lacan está trabajando en este seminario “no hay relación sexual”. En el inicio ya enuncia “No hay relación sexual”…o peor: la opción que hay del otro lado es peor. Trabaja en las primeras clases las fórmulas de la sexuación, que ya había comenzado a construir en el Seminario anterior, y que van tomando forma a lo largo de este. En “Lo que incumbe al Otro” Lacan hace referencia a qué involucra al Otro, pero también presenta una serie de disyunciones en términos de “o bien…o bien”, marcando dos opciones. Esas opciones se podrían resumir en términos de: ¿es posible el Psicoanálisis o no? Es en este contexto, donde plantea las dos posibilidades, que a continuación introduce la cuestión del Uno. Trae en esa clase al tema del Otro pero para introducir al Uno. El Uno pasa a tener un lugar esencial. La clase comienza diciendo que el Otro, todas sus creaciones, lo que se elabora en relación al Otro, está en el lugar del Otro sexo que no hay. Lo que tenemos a partir de la “no relación sexual” es “no hay otro sexo” con el cual establecer una complementariedad sexual. “El Otro en cuestión es el de la pareja sexual, ese mismo. Por eso justamente nos será necesario producir un significante que sólo puede escribirse en la medida en que tacha esa A mayúscula”[1]. En tanto no existe ese Otro de la pareja sexual, y todo lo que se produce en el campo del Otro, sus construcciones, se ubican justo ahí en lo que no hay, es que “se goza solamente del Otro”[2]. Podríamos decir que sólo hay goce del Otro. Aquí juega con el “se goza del Otro” y “se es gozado por el Otro”. “Del Otro sólo se goza mentalmente”[3]y “Ustedes no gozan más que de sus fantasmas…lo importante es que sus fantasmas los gozan”[4] son afirmaciones que van en la misma dirección. Es decir, en estas primeras páginas ubica que no hay Otro de la pareja sexual, que en ese lugar se ubican las construcciones del Otro, y que, por consiguiente, sólo hay goce del Otro, hay goce del fantasma. A continuación hay una referencia a las fórmulas: “S (A ), es lo mismo que acabo de formular: que del Otro se goza mentalmente. Como ya lo adelanté, esto escribe algo sobre el Otro en calidad de término de la relación que, por desvanecerse debido a que no existe, deviene el lugar donde esta se escribe, donde esta se escribe tal como esas cuatro fórmulas están aquí escritas, a fin de transmitir un saber”[5]. Ubica las fórmulas dentro del campo del Otro, de lo que se escribe en relación a ese Otro sexo que no hay. Las fórmulas ya son una producción dentro del campo del Otro. A partir de que sólo gozamos del Otro mentalmente, introduce a Berkeley, ese filósofo idealista según el cual en todo lo que percibimos no podemos tener ninguna garantía de que haya correspondencia con lo exterior a nosotros. Una posición que bien puede ilustrarse con lo que hace unos años presentó la película “Matrix”, donde Morfeo le dice a Neo que sólo hay estímulos nerviosos, por lo que no puedo saber si lo que percibo está en una realidad fuera de mí, porque lo único que tengo es el registro de que lo percibo. A partir de una frase de Berkeley Lacan introduce la cuestión de la rastra. “El idealismo propone que uno se trata más que de pensamientos”[6] permite un juego homofónico entre que(“que”) y queue (“cola”) a partir del cual dice “Aquí no se trata más que de cola de pensamientos”[7]. Los pensamientos inconscientes traen cola. A lo inconsciente no accedemos más que a través de lo que trae cola, ciertas manifestaciones a través de las cuales irrumpe lo inconsciente. Esa cola es ubicada en relación al sujeto y al falo. A partir de que se producen ciertas formaciones del inconsciente, se produce la división subjetiva, y a partir de ella un trabajo de pensar y repensar, hablar sobre lo que se dice. A partir de eso que se dice, se piensa y se repiensa, se hipotetiza sobre esos pensamientos inconsciente, a los cuales nunca accedemos porque una vez que los pasamos a palabra, se nos escaparon como pensamientos propiamente inconscientes. Es ahí donde Lacan ubica tres disyunciones en términos de “o bien… o bien”. Lo que se plantea es qué se hace con eso pensamientos inconscientes que en principio aparecen como inaccesibles, en tanto, cuando se produce la división subjetiva, el sujeto habla, se interpreta, pero nunca terminan de traducirse a palabras. Aparece como retorno de ese pensamiento real, lo escrito. En la clase 2 “La función Φx” dice “Lo escrito es el retorno de lo reprimido”[8]. Lo escrito es el modo en que se manifiestan esos pensamientos reales a los cuales de otra forma no accedemos. Solo a través de sus efectos. En tanto la división subjetiva es consecuencia de los pensamientos reales inconscientes, se puede decir que el sujeto es efecto de lo real. Qué posición tomamos con respecto a lo que hasta este momento ha logrado el dispositivo analítico. O bien damos por terminada la tarea, no podemos hacer nada más, eso no lo podemos tocar, o bien hacemos algo con ese pensar y volver a pensar con esos contenidos que se manifiestan y que retornan y retornan a través de lo escrito, en aquello que se repite como retorno de esos pensamientos inconscientes. “O bien lo que ocurre allí no es apto para ser reconquistadonachträglich por medio de lo que acabo de denominar la rastra – lo que solo es concebible debido a que el efecto que ella es tiene el mismo tenor que su advenimiento, a saber, el desarreglo, si me permiten denominar así la disyunción de la relación sexual. O bien lo que se pensó está abierto a ser repensado, al alcance de los medios de un re-pensamiento que consiste justamente en darse cuenta, al escribirlo, de que eran pensamientos. Digan lo que digan, lo escrito llega después de que esos pensamientos, esos pensamientos reales, se produjeron. Esa repetición, que es fundamento de lo que descubre la experiencia analítica, está en ese esfuerzo de repensar, nachträglich. Que se lo escriba es pruebas de ello, pero solo prueba el efecto de reconsideración,nachträglich.”[9] Luego “O bien es válido lo que aún se acepta comúnmente, en todo lo que se escribe sobre el psicoanálisis, en todo lo que brota de la pluma de los psicoanalistas, a saber, que lo que piensa no es pensable, y entonces no hay psicoanálisis. O bien, para que pueda haber psicoanálisis y, por cierto, interpretación, es necesario que aquello de donde parte la cola de pensamientos haya sido pensado, pensado en calidad de pensamiento real”[10]. Luego introduce a Descartes y alude a su definición “Soy una cosa pensante” para decir que lo que piensa es la cosa. Lo escrito es el retorno de la cosa. Los pensamientos reales, la cosa que piensa, tienen que ver con lo reprimido. A eso inconsciente no accedemos directamente. Solo tenemos su retorno, lo escrito que se repite. Un análisis consiste en que el sujeto hable a partir de eso. Freud planteaba que hay un límite para la interpretación, donde se va a poner en juego la construcción. En función de eso ¿es posible el psicoanálisis o, en la medida en que no es posible, hacemos otra apuesta, por ejemplo, a lo que hoy serían las neurociencias? Luego de la referencia a Descartes, vuelve con una nueva disyunción: “O el luego soy no es más que un pensamiento, para demostrar que lo impensable es lo que piensa. O el hecho de decirlo puede actuar sobre la Cosa, lo suficiente como para que ella gire de otro modo.”[11] La cuestión es si en un análisis al decir, al hablar, al repensar, la cosa puede funcionar de otra manera. No se trata sólo de decir e interpretar sin consecuencias. De lo que se trata de que algo cambie a partir de ese repensar.
Si la letra es el retorno de esos pensamientos reales, a partir de la clase 9, va a introducir la cuestión del Uno como no equiparable a la letra. En esa disyunción entre si es posible o no el Psicoanálisis, el hace una apuesta que implica ir más allá de la letra. Es una apuesta fuerte porque claramente va en una dirección distinta a la del cálculo uniformizante de la ciencia que, a partir de fórmulas constituidas por letras busca saberes aplicables a todos los casos. La apuesta de Lacan es al Uno, en tanto conduce a la singularidad. Es una apuesta a un real distinto al real de la ciencia. El real del Psicoanálisis se dirige a la mismidad del Uno. Este conduce a lo que va a ser la ultimísima enseñanza de Lacan, en tanto deriva en la cuestión de los nudos, que en rigor son tres Unos enlazados que no hacen pares. Si se corta uno se desanudan los tres, pero que nunca pueden quedar dos enganchados. Están enlazados de tal forma que no se interpenetran, cualquiera que se suelte se desarma la cadena. Por lo tanto siguen siendo Unos y no pares. La referencia al Uno es una apuesta a lo real en tanto singular. Es aquí donde Lacan hace referencia directa al Parménides de Platón. Se trata de un texto bisagra entre los diálogos del filósofo ateniense. Justamente una de las primeras cuestiones que señala Lacan en la lección 9, “El campo de lo Uniano”, está referida al carácter de diálogo del texto. Se trata de un monólogo de Parménides donde el joven Aristóteles haciendo las veces de interlocutor se limita a expresiones tales como “claro… por supuesto… como podría ser de otra manera…” Solo habla Uno. La primer parte del texto presenta la discusión entre el joven Sócrates y Parménides, donde se pone en discusión la teoría de las Formas y se plantean objeciones a la misma. En la segunda parte es donde, en un ejercicio donde se pretende ilustrar como deben explorarse los distintos caminos posibles sobre una cuestión determinada extrayendo todas las consecuencias, Parménides ensaya el procedimiento abordando al Uno. De ese modo, el viejo maestro, plantea distintas hipótesis sobre el Uno y desarrolla las distintas consecuencias de cada una de ellas. Las dos primeras hipótesis dan pie a las demás de una u otra forma. La primera hipótesis que se la ha traducido como si el Uno es Uno, puede plantearse como “Si hay Uno”. Se trata de ver las consecuencias de un Uno uno, solo Uno. Si hay Uno no se puede decir nada de él. Si es Uno, absolutamente Uno, no puede ser un todo ni tener partes porque si fuera un todo tendría que tener partes y si tuviera partes ya no sería uno. A partir de ese planteo se derivan una serie de consecuencias. Como no tiene partes no tiene ni principio, ni medio ni final. Por lo tanto no puede estar ni en sí mismo ni en otra cosa. No puede existir espacio, por consiguiente. Si estuviera en otra cosa tendría que tener distintos puntos de contacto con esa otra cosa donde está. Tampoco puede estar en sí mismo. No está ni en movimiento ni en reposo. No se puede decir que sea igual o diferente de sí mismo o de otro. Tampoco que sea semejante a sí mismo o a otro. La conclusión será que no se puede decir nada. La hipótesis dos dice “El Uno es”. A partir de ella se pueden afirmar distintas cosas sobre el Uno. Si el Uno es entonces quiere decir que el Uno tiene Ser. Entonces tenemos dos términos: el Uno y el Ser. Ya no es Uno uno. Si hay Uno y Ser, hay al menos dos. Por lo tanto tenemos Uno y Otro. Platón plantea que hay Uno, Ser y la diferencia. A partir de allí se puede decir todo lo que no se podía decir del Uno de la primera hipótesis: que es un todo y tiene partes, que puede estar en reposo y en movimiento, que es semejante y desemejante, igual y desigual a sí mismo y a otro, etc. Se puede decir que está en el tiempo, en el espacio, que tiene forma, que es limitado. Por otro lado Platón hace derivar de esos tres términos, el Uno, el Ser y la Diferencia, los números. En este sentido sigue el camino de los pitagóricos que ubicaban el origen en el Uno limitado del cual derivaba el Dos ilimitado y, a partir de ambos, los números y el conjunto del Cosmos. Es en relación al Uno es de la segunda hipótesis que Parménides dirá que puede estar en reposo y en movimiento. A partir de allí va a introducir la cuestión del instante, que es lo que precisamente va a tomar Lacan en el Seminario XIX. El argumento es el siguiente: si a partir del Uno de la segunda hipótesis, que tieneSer, hay movimiento y hay reposo, y se puede pasar de uno al otro, hay un instante en el que, para pasar del movimiento al reposo o del reposo al movimiento, no tiene que estar ni en reposo ni en movimiento. Platón, de todos los cambios, de lo uno a lo múltiple, de lo semejante a lo desemejante, etc. plantea el mismo argumento: para pasar de lo múltiple a lo uno o de lo uno a lo múltiple tiene que haber un instante en el que no puede ser ni uno ni múltiple. El instante implica las mismas imposibilidades de afirmación que se presentaban en el Uno de la primera hipótesis. Es, entonces, del instante, que Lacan va a captar el Uno uniano, diferente del Uno unario. El Uno unario está del lado de la letra, es decir, del retorno de lo reprimido. Mientras que lo uniano está del lado de lo real, del Uno solo, del que no se puede decir nada. Es fundamental ir distinguiendo en la lectura del Seminario a que Uno se está refiriendo Lacan: si al Uno de la letra o al Uno real. El primero va a estar vinculado a la serie de números que Frege hace derivar del cero, en su intento de presentarlos como a priori, en contraposición a los empiristas ingleses (de los cuales Lacan menciona a Stuart Mill) que pretendían derivar el Uno de la experiencia. Este Uno que presenta Frege es el que está presente en “una gripe, un cajón, un pito catalán, un humo, un saludo de Catalina, una civilización, y hasta una jarretera desparejada…”[12]
Ese Uno numérico, de la letra, de la segunda hipótesis es el que tenemos a disposición todo el tiempo. Lacan presenta una fórmula ligada al cálculo combinatorio, con lo que pretende demostrar, siguiendo su definición de que la Lógica es el arte de producir necesidad, es que este cálculo, como cualquier otro, necesariamente da determinado resultado en cualquier circunstancia. A partir de ese Uno numérico se realizan todas las operaciones lógicas que constituyen la Matemática y eso es lo que nos conduce al campo de la ciencia que antes mencionamos. Pero, como ya hemos dicho “el Uno no tiene siempre el mismo sentido. Tiene el sentido, por ejemplo, de ese Uno del conjunto vacío que, cosa curiosa, agregaría do a nuestro recuento de elementos; demostraré por qué y a partir de qué. No obstante, ya nos acercamos a algo que, por no partir del Uno como todo, nos muestra que el Uno en su surgimiento no es unívoco. En otros términos renovamos la dialéctica platónica”[13]. Alude así al Uno de la primera hipótesis y al de la segunda. “Así es como pretendo llevarlos a algún lado, al perseguir mediante esta bifidez del Uno –todavía hay que ver si se sostiene–, ese Uno que Platón distingue tan bien del Ser. El Ser es Uno siempre, en todos los casos, pero el Uno no saber ser como el Ser: he aquí lo que por cierto está demostrado perfectamente en el Parménides.”[14] Por un lado la bifidez del Uno se refiere a los dos Unos de los que venimos hablando, por otro, afirma que el Ser siempre es Uno, pero el Uno de la primera hipótesis prescinde totalmente del Ser. Es un Uno que no tiene Ser, por consiguiente no hace dos. Recordemos que Miller le pone por título a toda esta parte del seminario “El Uno: que no accede al dos”. “Precisamente de aquí surgió la función de la existencia”[15]. El término existencia se vincula al ex-sistere, “estar fuera”. Si en la segunda hipótesis estamos en el plano del Ser, el instante está vinculado a lo que está fuera del Ser. “No hay existencia si no es sobre un fondo de su inexistencia correlativa. No hay existencia si no es sobre un fondo de inexistencia, e inversamente, ex-sistere es no recibir el propio sostén más que de un afuera que no es”[16]. Habitualmente usamos la palabra Ser en distintos sentidos. Uno de ellos es el de existir como algo que está aquí. Pero en la referencia que estamos haciendo Ser y existencia (ex-sistere, estar fuera) juegan en campos separados. Lo que ex-siste, no es y, lo que es, no ex-siste. “Eso es precisamente lo que está en juego en el Uno. Pues en verdad, ¿de dónde surge? En un punto Platón consigue atraparlo. No hay que creer que él lo denomine τό εξαίφνης, solo a propósito del tiempo. Tradúzcanlo como quieran, lo de repente, lo instante, lo súbito. Este es de hecho el único punto donde él puede hacer que subsista”[17]. Está haciendo referencia al pasaje del Parménides al que ya aludimos. “El Uno entonces parece aquí precisamente perderse, y llevar al colmo lo tocante a la existencia, hasta confinar con la existencia como tal por cuanto surge de lo más difícil de alcanzar, de lo más huidizo dentro de lo enunciable. Esto es lo que me hizo reunir a ese τό εξαίφνης en Aristóteles mismo, al captar que a fin de cuentas hubo surgimiento del término existir”[18]. Y finaliza la clase diciendo “Lo que solo existe no siendo: justamente esto es lo que está en juego, y lo que quise inaugurar hoy bajo el capítulo general de lo Uniano”[19]. De este modo Lacan introduce la cuestión del Uno como lo que ex-siste al campo del Ser. Su apuesta responde a la disyunción planteada en la clase anterior, demarcando la diferencia con el objetivo de la ciencia y estableciendo hacia qué real apunta el Psicoanálisis.
[1] Lacan, Jacques. El Seminario. Libro XIX “…o peor”. Ed. Paidós. Pag. 110.
[2] Lacan, Jacques. El Seminario. Libro XIX “…o peor”. Ed. Paidós. Pag. 110.
[3] Lacan, Jacques. El Seminario. Libro XIX “…o peor”. Ed. Paidós. Pag. 110.
[4] Lacan, Jacques. El Seminario. Libro XIX “…o peor”. Ed. Paidós. Pag. 111.
[6] Lacan, Jacques. El Seminario. Libro XIX “…o peor”. Ed. Paidós. Pag. 111.
[7] Lacan, Jacques. El Seminario. Libro XIX “…o peor”. Ed. Paidós. Pag. 111.
[8] Lacan, Jacques. El Seminario. Libro XIX “…o peor”. Ed. Paidós. Pag. 26.
[9] Lacan, Jacques. El Seminario. Libro XIX “…o peor”. Ed. Paidós. Pag. 113.
[10] Lacan, Jacques. El Seminario. Libro XIX “…o peor”. Ed. Paidós. Pag. 113.
[11] Lacan, Jacques. El Seminario. Libro XIX “…o peor”. Ed. Paidós. Pag. 114.
[12] Lacan, Jacques. El Seminario. Libro XIX “…o peor”. Ed. Paidós. Pag. 131.
[13] Lacan, Jacques. El Seminario. Libro XIX “…o peor”. Ed. Paidós. Pag. 132
[14] Lacan, Jacques. El Seminario. Libro XIX “…o peor”. Ed. Paidós. Pag. 132
[15] Lacan, Jacques. El Seminario. Libro XIX “…o peor”. Ed. Paidós. Pag. 132
[16] Lacan, Jacques. El Seminario. Libro XIX “…o peor”. Ed. Paidós. Pag. 132
[17] Lacan, Jacques. El Seminario. Libro XIX “…o peor”. Ed. Paidós. Pag. 132 – 133
[18] Lacan, Jacques. El Seminario. Libro XIX “…o peor”. Ed. Paidós. Pag. 133
[19] Lacan, Jacques. El Seminario. Libro XIX “…o peor”. Ed. Paidós. Pag. 133